10 de febrero de 2012

Que nadie diga que hay algo más bonito que eso, porque juro que no lo hay.

Te llevaste todas mis palabras, mis noches de insomnio, la soledad apuñalando la cama, la mirada perdida por la ventana mientras me salían sentimientos en bandada desbordándose sobre cualquier papel. Las ganas de llegar a cualquier destino lejano, a cualquier par de manos que se quedaban demasiado  cansadas como para querer abrazarme por las noches. Y te quedaste tú, como copiloto estrella de este viaje que no termina nunca. Atravesando todas las constelaciones desde la cama, cruzando el universo en milésimas de segundo. Ya no escribo sobre los días grises, ni sobre la lluvia arrasando con todo, aunque a veces la eche de menos y me dé por la nostalgia y la tranquilidad de encerrarme con un café caliente en mi habitación, de no pensar en nada. . Supongo que todos necesitamos perdernos de vez en cuando, sólo para que nos vuelvan a encontrar y brillar con mucha más fuerza. Y justo cuando no estás me doy cuenta de lo feliz que puedo llegar a ser solo con tenerte sentado a mi lado en el sofá, compartiendo una tarrina de helado mientras vemos cualquier chorrada en la tele. Quizá sea eso lo que de verdad nos mantiene vivos. Esa rutina absurda que a veces se disfraza con detalles que salpican todo de magia. Electricidad recorriendo los poros de nuestra piel juntándose un poco más. Mirarnos y que digas justo lo mismo que yo estaba pensando...

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